Hermanos
Marino Gaviria Vargas (paciente)
Disfrutando del cálido sol de la mañana, inocentes, jugaban los dos niños, con sus bolas de cristal al arroyuelo; una entretenida diversión que también en mi infancia, solía practicar con mis amiguitos de la cuadra y que nos hacía olvidar hasta de comer o de ir a dormir temprano, ganándonos por eso la reprensión de nuestros padres. Así los dos niñitos jugueteaban en la calle, si importarles quien pasaba por la vía; si era algún carro, una moto, un triciclo, un transeúnte, cualquier cosa, no los perturbaba nada ni nadie. Para ellos solo importaba aprovechar al máximo ese placer de divertirse, jugando sin descanso, con sus bolas, ellos solos.
No advertí nada en especial en ellos, pues los vi como dos niños comunes y corrientes jugando por la calle sin vigilancia alguna de personas mayores; únicamente ellos, entretenidos en pasar el tiempo, sin pensar en otra cosa que no fuera divertirse. A la mañana siguiente, montaban los dos en una patineta y al otro día una actividad distinta: el balón, la bicicleta; los billetes, que representaban un valor diferente, según la marca de la cajetilla de cigarrillos que se lograban reunir; o las tapas de gaseosas y en fin, tantas formas de jugar y divertirse que uno se inventaba cuando niño, para pasar más agradable y desapercibido el tiempo, de aquellos años inocentes de la infancia. Otras veces los veía caminar por las calles del barrio, haciendo algún mandado; pero siempre, siempre inseparablemente juntos. Y al día siguiente, juntos iban a la iglesia, juntos se dirigías a la escuela; iban, venías, corrían y jugaban siempre juntos. Así los vi crecer, sin separarse nunca uno del otro; pareciendo con ello, que no concebían la vida, el uno sin el otro, pues es muy raro ver a uno solo; son como “uña y carne”, no se separan por nada del mundo; son muy unidos para todo: juntos montando en una bicicleta o en la moto o compartiendo un dulce, así es como los he visto siempre desde aquel día en que por vez primera tuve la oportunidad de verlos. El tiempo fue pasando lentamente mientras los dos niños seguían creciendo en estatura, en madurez, en educación y poco a poco se iban convirtiendo en adolescentes. Me preguntaba en muchas ocasiones, porqué esa unión tan arraigada y me di cuenta después, que son un par de hermanos y que desde su cuna son excelentes amigos y confidentes; donde está el uno, siempre debe estar su hermano, se han querido tanto, que es digno de admirar esa unión tan especial, tan humana y solidaria, que siendo uno mayor que el otro, actúan cual si fueran mellizos o gemelos: sus amistades son iguales para los dos y hasta me atrevo a pensar que sus gustos son muy similares.
En mi vida, he conocido muchos hermanos que se quieren mucho, pero ningunos como estos; los he visto pelear o discutir en términos malsanos, pasando largo tiempo sin hablarse y luego se contentan, los he visto separarse sin dificultad y hacer un montón de cosas solos, uno sin el otro; pero estos, son un punto aparte, por su manera de ver la vida, de tratarse, de ayudarse, de compartir hasta el más mínimo detalle, los dos están en un mismo plan según se presente el momento; increíble es ver un par de hermanos que se quieran tanto y sin reparos ni diferencias, tanto, que cuando se pelean por algún motivo, con mucha calma y diplomacia arreglan sus problemas, que no ocurren con frecuencia y en pocos minutos siguen como si nada hubiera sucedido; solo existe el uno para el otro. Una cosa en particular sí he notado en ellos y es que el mayor, como que no se siente muy seguro, sin la presencia del menor en el lugar donde se encuentre y no me extraña mucho esa actitud del niño solo, porque en otros tiempos tuve la oportunidad de conocer a muchos hermanos que presentaban la misma particularidad, de que el mayor, siempre reclamaba la presencia del menor; nunca he podido saber a ciencia cierta cual es el motivo, pero de una cosa si estoy seguro y es, de que en su formación, siempre está el menor para apoyarlos, para secundarlos en sus travesuras, en sus trabajos y sus sueños forjadores del futuro.
He podido observar con especial admiración, que este par de hermanos, siempre están de muy buen humor mutuamente; si discuten, siempre están serenos y consientes de su proceder, casi nunca se les ve pelear; ni siquiera tratarse mal; diría yo, que son un verdadero ejemplo de imitar, un caso ecepsional de admiración: con cuanto amor se tratan; con cuanto respeto lo hacen; qué confiabilidad se demuestran mutuamente, que hasta da la impresión de que su dependencia uno de otro es tan arraigada, que de pronto llego a pensar, que al tener que asumir una separación inevitable, el sufrimiento puede causarles mucho daño. Sin embargo demuestran que su madurez es tal, que saben que el destino pronto los separará por diferentes caminos y deben asumir con entereza y sensatez, la responsabilidad que la vida les irá interponiendo en su viaje por el mundo. Compartir, de la manera tan cálida y humana, tan sincera y respetuosa, como lo hacen ellos; los dignifica, los coloca en una posición tan privilegiada que humildemente toman esa forma de vivir, como cosa tan importante en su existencia, sin que nada se interponga en su diario vivir y de compartir sus quehaceres, sus juegos y todo lo que les ha tocado vivir así tan unidos, tan solidarios y tan juntos.
Han pasado ya varios largos años desde aquel día en que los vi por vez primera y aún siguen disfrutando de la vida siempre juntos: montando en una moto, gozando de una caminata, haciendo los mandados de la casa, arreglando el ventanal de su vivienda, ayudando a sus padres en los trabajos domésticos o de la calle. Siempre he pensado que en todo lugar, en toda enseñanza, se hace saber que la paz está en el corazón de cada uno, pero también en lo que se aprende en el hogar, cosa que se refleja plenamente en el comportamiento de los hijos, en su manera de actuar en la calle con la gente, en su continuo vivir honorable y humilde, como estos dos hermanos que hoy describo, ya que siento por ellos una profunda admiración y que me parece en lo personal; son dignos de ella por su forma de actuar inseparablemente; pues, aunque tienen más hermanos mayores a quienes demuestran su amor, su respeto y amistad; ellos dos, son los que más comparten su vida juntos, sin olvidar o dejar a un lado a sus otros tres hermanos.
Sin querer extenderme mucho diré, que después del tiempo que ha pasado, sigo observando, cómo estos hermanos aún siguen unidos, conservando esa amistad que siempre los ha caracterizado, haciéndolos ver, más que hermanos como amigos y más que amigos, siempre hermanos. El tiempo sigue su marcha sin detenerse y los niños de ese entonces, ya son adolescentes. Todavía estudian y comparten sin medida, todavía traviesos en la calle, aún caminan siempre juntos, inseparables, en la mañana y en la tarde o por la noche, en todo caso, siguen diario, a cada instante, pasando siempre a estudiar al colegio, inseparables los hermanos.
Hermanos (Marino Gaviria Vargas)
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