Érase una vez un niño llamado Juan, el cual se encontraba planeando un paseo con su mejor amigo Daniel y después de dialogar mucho rato, decidieron hacer el paseo con los compañeros del colegio, cuyo destino seria hacia una montaña.
Por fin llegó el día tan anhelado por todos, ya que de allí vivirían muchas experiencias, por lo tanto, salieron felices y después de caminar por largos senderos, llegaron a la gran meta. Inmediatamente, Juan les propuso que era mejor descansar un buen rato primero, antes que hacer cualquier otra actividad, ya que para divertirse tendrían muchísimo tiempo. Luego de un merecido descanso, Daniel pidió colaboración para que unos fueran armando los campamentos y otros fueran haciendo la comida. Transcurrió el tiempo y llegó la noche; unos contaron historias y otros contaron chistes terminando así el primer día.
Al día siguiente salieron muy temprano de excursión y cuando iban caminando, a Juan, sin que éste se diera cuenta, se le calló un reloj muy valioso que su padre antes de morir le había regalado en un cumpleaños, por lo tanto para Juan este reloj, más que valioso, era un recuerdo muy especial del ser que tanto amó.
Instantáneamente, Daniel en silencio recogió el reloj, guardándoselo en el bolsillo, pero en el transcurso de la caminata Daniel escuchaba una voz interna que le repetía una y mil veces: Juan ha sido siempre tu mejor amigo, por favor no le hagas daño, porque tenlo por seguro, de que cuando Juan se entere de que ha perdido ese maravilloso recuerdo de su padre, sufrirá mucho. De manera pues, que Daniel recapacitó y no solo le hizo entrega del reloj, sino que también le contó lo que pensaba hacer, pero lo más estupendo es que le pidió perdón de todo corazón a su amigo.
Luego llegaron al campamento y así terminó el segundo día.
Nuevamente al día siguiente, también salieron muy temprano de excursión y Juan quería volver a dirigir la caminata, ya que pensaba que él había sido el principal organizador del paseo, pero los compañeros insistían en que Daniel fuera en esta ocasión el guía, porque ambos habían sido los organizadores y no uno solo.
Entonces Juan reconoció que debía de respetar la opinión de sus compañeros y acepto educadamente la propuesta de los demás. Caminaron horas y horas, cuando de repente, uno de los compañeros tubo un accidente y debido a este no podía continuar la marcha, sin pensarlo dos veces, al instante Juan lo auxilió diciéndole que no se preocupara que él lo llevaría cargado hasta el campamento; viendo todos este gesto de solidaridad tan grande, decidieron también ayudarle a Juan y así llegaron por fin todos muy felices, porque habían aprendido una lección más.
Finalmente llegó la hora de volver a la ciudad y Daniel como era de muy buena posición económica, invitó a todos sus compañeros a que se reunieran en su casa para brindarles una comida y así poder comentar con todos las experiencias maravillosas que cada uno había tenido en aquel paseo.
Una experiencia en la montaña (Bryan Rios)
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