“EL DOLOR, NO ES EL AZOTE DE DIOS QUE NOS CASTIGA; ES LA MANO DE DIOS, QUE NOS REDIME”.
Es la frase que desde nuestros comienzos hemos adoptado como lección propia; para entender y dar a conocer nuestra condición de seres humanos expuestos a todo tipo de sufrimiento por las enfermedades que podamos contraer; pero también con la certeza de que Dios nunca nos ha abandonado.
A la izquierda encuentra el listado de casi todos los escritos publicados. Haga clic en cualquiera de ellos y podrá leerlo. Esperamos completarlos todos para la próxima entrega. Pude hacernos sugerencias para mejorar en "comentarios".
Editorial Sexta edición
Paulina Gómez Correa
Marino Gaviria. Nacida el 9 de Enero de 1938, en Santa Rita de Ituángo, Antioquia. Desde pequeña quiso ser profesora; siendo una de las más destacadas en sus estudios de primaria. El bachillerato, lo realizó a través de la radio, logrando altas notas en las pruebas ICFES, que debía presentar anualmente para certificar su paso al grado siguiente. Tuvo siete hermanos y de su matrimonio con don Pablo de J. Puerta ya fallecido, le quedaron tres hijos: Pablo León, Claudia y César Augusto Puerta Gómez. Desde su juventud, incursiona en el mundo empresarial, administrando pequeños negocios familiares. Paciente del Instituto de Cancerología a raíz de dos eventos de cáncer: el primero de mama y años más tarde otro de pulmón, ambos de carácter primario; los cuales la hicieron sentir mal, pero con los tratamientos, su organismo reaccionó favorablemente, mejorando notablemente y superando dicha enfermedad. Desde Agosto del año 2006, ingresa al taller de Escritores XUNDABÉ, y allí comienza de lleno a escribir, convirtiéndose en una de las más prolíferas escritoras del grupo; pues, en su bolso, no le faltan la libreta de anotaciones y el lápiz, que usa sin inconvenientes alguno, aún, sentada en un autobús, para aprovechar al máximo las grandes congestiones del tráfico en la ciudad. De sus primeros trabajos, destacamos el siguiente, como homenaje a una de nuestras más consagradas asistentes al taller.
A Martha Lucía Castro Londoño
Marino Gaviria
Paciente del Instituto, se destaca como promotora de proyectos que redunden en beneficio de los usuarios del instituto; por medio de “ASUINCA” Asociación de Usuarios del Instituto de Cancerología. Ha sido, desde la fundación del taller de escritores, ferviente admiradora y seguidora de su evolución; divulgando sus trabajos y buscando apoyo para los integrantes. A ella, los talleristas, le han dedicado acrósticos en su honor, como prueba de agradecimiento y cariño por su desinteresada labor. Destacamos el siguiente, escrito por Marino Gaviria como homenaje a la paciente, y ante todo acompañante, amiga incondicional.
Manantial de amor, inagotable,
Aurora, radiante de alegría;
Ríes siempre, buscando la armonía
Tratando de aliviar grandes pesares,
Hay palabras de aliento, dirigidas,
A todos, los que a diario te rodean
Luces siempre, serena la mirada,
Un aliento, contagias a los otros,
Cuando vez, que alguno desfallece,
I gual te muestras, en las buenas o en las malas,
Acudes presta a socorrer tu gente,
Caminas firme, aunque el presente,
A otros rumbos te mande por caprichos;
Sabes sortear los grandes contratiempos,
Tu mirada, recorre el infinito,
Rasgas con risas, todas las tristezas,
Oh! ¡Mujer, encantadora y bella!
Las amarguras, en tí, no encuentran nido,
Olvidas al instante las infames desventuras,
No le dejas al dolor, que te atormente,
Das amor, sin distinguir credos ni razas;
Oraciones de ternura, para todos tienes,
Ñacundá, de las noches veraniegas,
Olas de amor materno, en tu alma llevas.
A la Doctora Gloria Marín
Marino Gaviria Vargas.
G olondrina que surcas el espacio,
L as estrellas, admiran tu volar,
Otras aves imitan tu aleteo
R audas, en bandadas siempre van
I nspirada entre rosas y azucenas,
A un enfermo, tratas de aliviar.
M ueve al corazón tu tierno encanto,
A nima tu voz para luchar;
R enacen ilusiones y en el alma
I ncesante la vida seguirá,
N ace de nuevo una esperanza;
¡Gracias mujer; por tu bondad!
A Paulina Gómez
Marino Gaviria Vargas.
P or si acaso volvieras al desierto,
A un oasis del Sahara llegarás,
U ne tu pasado a tu presente
L iga tu amor a tu humildad,
I lumina tu alma con dulzura
N o te sientas jamás en soledad,
A unque quieras, no mires hacia atrás…
G racias a Dios, por habernos conocido,
O scura soledad ya no habrá más
M elodías, se han vuelto tus historias,
E sas mismas que a uno hacen soñar
Z arzuelas de una vida cotidiana;
¿Qué bonito es tu desierto…
Qué amistad…..!
A Marino Gaviria
Paulina Gómez Correa.
M iro En tus ojos y tu sonrisa:
A manecer de esperanza.
R eflejan tus palabras
I mpetuosos, cayados deseos
N o expresados.
O h guerreo fugaz y valeroso!
G anas batallas con
A rmas de espumas y de vientos;
V aivén de hamaca, con
I mpulso viajero
R utas de amores
I ncomprendidos y lejanos,
A marran tu vida, a tus sueños
Al Doctor Tiberio Álvarez
Paulina Gómez Correa.
T oda tu vida, médico estudioso,
I nventas trucos de magia citadina,
B oleros y tangos elegantes,
E ncuentras en tu guitarra, allí plasmados.
R íes con estrepitoso acento. Eres
I nofensivo, cordial y bello, y
O rdenas al dolor que no nos toque.
A prendimos contigo a amar el
L amento final, como una etapa
V ital unida a nuestra vida.
A migo muy querido te abrazamos,
R eímos fuertemente liberando,
E ndorfinas cautivas en el alma, que en
Z eppelín al infinito enviamos.
Imaginación
Marino Gaviria.En una tarde de verano, contemplando el cielo azul inmenso, observé que una hermosa nube blanca, cruzaba silenciosa el firmamento: al verla tan densa y bella como un copo de algodón, mi imaginación siguió en pos de ella y de repente sentí que me subía para tomar un puesto y viajar por el espacio sin fronteras, para deleitarme contemplando el universo. Allí, ya viajaba un ángel misterioso, que al verme subir, me invitó sin reparos, a que juntos emprendiéramos la aventura más casual, rica y placentera. Y atravesamos en aquella inmensa nube: montañas, mares, valles, las pampas, las estepas, los glaciales....hasta que la nube, de pronto, por esas cosas de la imaginación, voló con nosotros, ¡increíble! a visitar después otros planetas.
El ángel muy amable, me dirigió enseguida unas palabras, para preguntarme a donde quería yo que me llevaran, luego sin vacilar por un momento, le respondí que quería viajar por el espacio y recorrer hasta el confín del universo y la nube presurosa y encantada, sugirió que nos dejáramos llevar por ella, que me mostrarían enseguida muchísimos lugares y que me sintiera muy seguro en ella, pues por nada del mundo, el ángel permitiría que me pasara nada y que después con plena seguridad, me volverían a traer hasta el mismo lugar en donde me habían recogido. Así que recorrimos muchos lugares distintos de la tierra y en cada país, en cada capital, me permitían que contemplara absorto la belleza de las cosas terrenales: las murallas, las torres, las iglesias, los jardines, los castillos, las represas, los ríos y sus cataratas, los volcanes, las pirámides y un centenar de cosas bellas.
¡Qué encantador que fue viajar con ellos! Sin sentir un momento de cansancio ni pereza; todo era alegría: contemplar las maravillas, ver brillar el sol más cerca y viéndome alcanzar con las manos las estrellas. Después de tanto viajar por el espacio, sin cansarme de admirar tanta hermosura, les propuse al ángel y a la nube, que de pronto, podríamos visitar la Luna y así observar minuciosamente lo que se cuenta de ella, pero la nube misteriosa y no segura de sí dijo: no me parece; pues la Luna a sido el astro más visitado por el hombre, además, la Luna según dicen es muy fría; ¿no te parece mejor que vallamos a otra parte, por ejemplo a visitar otro planeta?. Sí. Estoy de acuerdo; pero por favor, entremos a la Luna, porque quiero recorrerla toda entera. Me gustaría saber por qué siendo tan fría, es tan hermosa; es la dueña de la noche; inspiradora de romances novelescos, de poemas y demás canciones bellas. Nos refleja la luz del Sol en el verano, para alumbrarnos los caminos polvorientos, pero en las noches frías del invierno, tímidamente sale y nos alumbra y nos enciende la luz del pensamiento. Es que la Luna; les dije al ángel y a la nube, es por excelencia, creadora. Ella, ha inspirado a los grandes artistas y poetas; a tenido que ver con los romances de parejas muy bien conocidas en la historia: una María y Efraín, aquí en Colombia; un Romeo y Julieta; en Inglaterra o en España, en tantos otros países se le aclama como musa inspiradora, en un Abelardo y Eloisa, o con Pablo y Virginia y tantos otros que hoy se me escapan, que se pudieran nombrar por centenares.... y con éste argumento convencí a la nube, que sin reproche alguno se meció así de repente, para llevarnos a recorrer la luna toda.
Volamos en ella mucho rato, conociendo el lado oscuro de la Luna: ¡cómo brilla! ¡cómo refleja el Sol en el verano de la tierra! y en su atmósfera tranquila y tan serena, respiraba yo, un aire de grandeza, pues me sentí un ser privilegiado, al haber podido alcanzar aquella nube en la que viajaba sin visa, sin pasaje, sin tener que tramitar un pasaporte y cruzando fronteras sin requisas, sin tener que mostrar un documento o cambiar moneda por moneda, según el país de mi visita y mucho menos sin un trasbordador o cualquier otro medio de transporte que requiere de motor y combustible. Me sentía en un mundo diferente, donde solos: mi ángel y yo sentados en la nube podíamos disfrutar de tanta maravilla. ¡Era increíble! y muy real lo que viví en la Luna; pero la idea era viajar por todo el universo y visitar una a una todas las galaxias, así que dimos por terminado éste recorrido por la superficie selenita. De pronto pensé yo y dije: vayamos a Mercurio, sí? ¿Qué esperamos? A Mercurio no, dijo la nube, yo conozco a todos los planetas y has de saber que puede ser un gran riesgo ir allá, porque es el que más cerca está del Sol y puede traernos consecuencias muy graves. Puede ser que su temperatura sea muy alta para mí que solo soy una nube; tú sabes que en mi interior hay agua, y por eso el calor puede derretirme y no podemos permitir que eso me pase, porque entonces cómo seguirías tú viajando y a expensas de quién puedes quedarte, si tu ángel debe de volver al cielo, en cambio yo debo regresar contigo hasta la tierra; juntos comenzamos, juntos terminamos éste viaje. Me convenció entonces y de lejos le dimos un vistazo a Mercurio, ¡gran esfera! que deambula en el espacio, en su gran órbita como todos los planetas en su galaxia, como todas las estrellas y cometas.
Entre Mercurio y la Tierra, ahí, está Venus, y pasamos muy cerquita de su esfera. ¡Cuantas cosas misteriosas encierra éste planeta!. El ángel, que constantemente escuchaba mis palabras y otras tantas me leía el pensamiento, dijo: no sé si debamos sobrevolar éste planeta; sé que se habla mucho de él allá en la Tierra, que tal vez serán habitantes venusinos los que, en los tan famosos platillos voladores nos llevan a deducir que hay extraterrestres. Que son unas culturas ya muy avanzadas las que gobiernan aquí, y por lo que entiendo, sin estar de pronto muy seguro, es que acá, solamente vienen los elegidos de la Tierra, que han sido previamente contactados de antemano por los habitantes venusinos; así que por lo que creo, es mejor seguir de largo, para no encontrarnos de pronto con una gran sorpresa, que no nos permita continuar viajando. Así pues, que pasamos muy por encima del planeta, y la verdad, en su superficie un tanto oscura, no pude distinguir algo curioso o que por lo menos llamara mi atención; aunque el solo placer de andar tan cerca, ya era algo muy importante y bien curioso, para mí, que siempre le veo el lado hermoso a la naturaleza, infinita en su belleza.
Volvimos pues a pasar ahora, ya muy lejos de la Tierra y en muy breves instantes, llegamos al planeta Rojo, que sigue de ésta y que es en el que se dice, viven los Marcianos; una cultura también muy avanzada, de la cual es de la que se habla mucho allá en la Tierra. Es así, que Marte, tiene pues, muchas más posibilidades de ser habitada por seres, tal vez, imaginados de cabeza grande y cuerpo pequeño, que se comunican con sonidos, según cuentan algunas leyendas o gente inexperta, que en su afán de infundirles más misterio, hablan de personajes increíbles, que aún en las películas hemos visto y que algunos son muy amables, otras veces, los muestran agresivos, pero todo esto se pudiera descubrir, teniendo un encuentro cercano con estos personajes. Seguimos volando por la atmósfera de Marte, y encontramos en ella: soledad, calor y frío y la nube, sin cansarse, se mecía y yo encima de ella, preguntaba al ángel: quién de verdad, habitaría este planeta; donde el hombre, con sus ondas espaciales, no ha podido escudriñar en él, mayor cosa. No sabemos aún nada del planeta, si es de verdad que aquí viven los Marcianos. Nadie, pero nadie, ha podido descifrar este misterio; ni siquiera yo, que estoy ahora aquí, sobrevolando el firmamento encuentro nada, no se acerca nadie, solo el ángel y un gran aire de placer, en la nube van conmigo.
Fuimos volando más allá por lo infinito y otro planeta, se avistaba hermoso y grande, éste es Júpiter, con su mundo plagado de tinieblas; ¿qué será, que no alumbra igual a los anteriores?, le pregunté intrigado a mi ángel, que muy atento me escuchaba. Es de noche en éste sector del universo y el Sol está alumbrando la otra cara del planeta, me respondió con aire de bondad, mi ángel; recuerda que el Sol está detenido en un punto fijo y todos los demás planetas giran a su alrededor y al igual que la Tierra, todos son redondos, por lo tanto, aquí también hay día, luego después llega la noche, ya que el Sol, solo va alumbrando una parte determinada de estas inmensas esferas planetarias.
¡Que belleza!. Las estrellas, brillan como nunca por toda la galaxia; se ven inalcanzables allá lejos, a millones y millones de años de distancia, pero aún así situadas tan distantes de la Tierra, brillan y su luz al igual que los luceros van mostrando esa belleza indescriptible que es el mundo, un mundo de galaxias y universos insondables. Vimos brillar a Júpiter, en todo su esplendor con luz del día. El Sol, calentaba su atmósfera infranqueable; es bellísimo, igual que los demás planetas; pero aún, siendo tan bello y tan inmenso, no lo cambio por la tierra donde vivo, rodeado de flores y praderas, de grandes selvas y moles de cemento, pero también de verdes bosques y aguas frescas.
Abandonamos ya esta esfera misteriosa, para seguir raudos nuestro viaje, lleno de aventuras y sorpresas.
Continuamos surcando el infinito y de pronto, a nuestro encuentro salió un nuevo planeta: este es el señor del anillo más inmenso del universo entero, es: Saturno, un maravilloso disco celestial, integrante también de nuestra vida láctea; inmensísimo también como los otros, pero supuestamente frío e inhabitable, donde nadie jamás aquí a llegado, solo unas sondas espaciales enviadas de la Tierra, le han tomado algunas fotografías desde lejos, para explorar un poco su formación en el universo. ¿Quién puede vivir aquí en un lugar tan solitario?, no lo veo. ¿Aquí?, le dije al ángel, y él me respondió, que solo Dios puede saberlo, si es que existe algún extraterrestre aquí en Saturno. Y....Tú, no sabes? Le pregunté de nuevo al ángel. El me respondió amablemente: tengo un poder muy grande para llevarte en vuelo, pero no puedo penetrar ciertas barreras, porque no me ha sido permitido por el Eterno Padre; por eso es que apenas sobrevolamos un planeta, pero no puedo detenerme. Permíteme decirte, continuó el ángel: que yo puedo llevarte donde quieras, pero no me pidas que te deje lejos de la Tierra, de tu hogar indiscutible, porque no puedo hacerlo. Mi misión es llevarte en esta nube, por los aires, donde quieras, pero en su momento debo regresarte, para dejarte en tu lugar de origen, para que vuelvas a integrarte a tus quehaceres.
Después de estar allí en Saturno, pasamos prontamente a Urano, en una órbita celeste muy lejana, pero que por el poder del ángel y la nube, alcanzamos pronto; lo rodeamos, lo miramos, lo admiramos y yo no encontré más nada que poder contaros; tan solo que disfruté mucho aquella visita y la grabé en mi mente como siempre, como he hecho con todos los lugares en que he estado. Imposible de describir tanta grandeza; poder divisar uno a uno todos los planetas: Neptuno, que también encierra sus misterios y al que se le atribuyen ciertas influencias en la vida del hombre; tanto que nos han hecho creer que los planetas tiene mucho que ver con nuestra manera de ser o de actuar según las fechas de nacimiento: el mes, el día, la hora......y Plutón, el último planeta más lejano de la Tierra; al que vemos tan solo un mero instante; pues es hora de volver y divisamos más estrellas: Antares, Pléyades, Orión, Ganímedes, Andrómeda..... y de nuevo: por fin la Tierra.
Así llegó el momento del regreso: el ángel: voló con rumbo al infinito después de dejarme aquí en mi sitio, desde donde admirado y taciturno con desdén veía cómo aquella hermosa y densa nube blanca se desvanecía por la acción del soplo del viento sereno de la tarde.
Sólo en el pueblo
Marino Gaviria.En un pueblo de casas pequeñas,
donde el viento sopla con furor,
muy solo me vi por sus calles,
sin saber qué sería de mí.....
Un anciano pasó y en silencio,
su mirada me quiso decir:
la que buscas, se encuentra muy lejos,
hace tiempo, se marchó de aquí.
El anciano, siguió su camino,
muy solo en el pueblo dejándome a mi,
en sus calles muy solas, perdido,
en sus casas ya viejas sin luz......
Y en la bruma del tiempo, perdidas,
sus casitas de viejas paredes,
que recuerdos tan solo me traen,
de la niña que un día dejé.
Mi abuelo, era aquél anciano,
que andaba en el pueblo sin fe,
por el peso de su edad, cansado,
recordando también su querer.....
Me decía llorando, el abuelo:
yo muy solo me encuentro en el pueblo,
la que buscas, se encuentra muy lejos;
no la busques, que ya no está aquí.....
Quise olvidar y recordé
Marino Gaviria Vargas.Hoy he vuelto a aquel bar donde quise olvidar,
las tardes que pasé junto a ti, a la orilla del mar,
y bebí, bebí para olvidar y en vez de olvidar,
comencé a recordar......
Y te vi, reflejada en la copa,
en la que yo bebía tratando de olvidar
y recordé, los momentos felices, que pasé junto a ti
y ahora quiero olvidar.....
Porqué estás; en el vino que bebo,
con que quiero embriagar y borrar el pasado;
pero tú, en mi mente estarás y jamás yo podré,
otra vez olvidar, las tardes que pasé junto a ti,
a la orilla del mar....
Me pregunto: por qué? No te puedo olvidar
y siempre recordé las tardes junto al mar;
me pregunto: porqué? Donde quiera que voy
siempre yo te recuerdo y no te puedo olvidar;
pero tú donde estás, ya no te acordarás
del que tanto te amó, a la orilla del mar.......
Mago bajo la lluvia
Marino Gaviria V.(Al doctor: Tiberio Álvarez.)La tarde se presentaba un poco fría a pesar de que el sol, tímidamente trataba de rasgar el velo que insistente, las nubes de aquél invierno extendían en el firmamento. Definitivamente, al poco rato, el sol desapareció y la lluvia comenzó a salpicar la terraza del edificio, donde funciona el gimnasio y el salón de billar, que era el sitio en donde estábamos reunidos, a raíz de la invitación que se nos hizo para celebrar el día del padre.
A pesar del tiempo frío, el ambiente que reinaba era muy caluroso entre quienes estábamos allí, animados por la doctora, que para la ocasión hacía de anfitriona: con su sonrisa siempre a flor de labios, unida a su amabilidad y nobleza, que nos hizo sentir como los más importantes personajes de aquel sencillo pero ameno agasajo de que fuimos objeto, por parte de los profesionales que conforman el grupo de apoyo a los pacientes de ésta clínica, que con mucho cariño y sobre todo con un inmenso agradecimiento, bien podemos llamar nuestro otro hogar.
El tiempo transcurría en medio de una alegre espontánea charla: anécdotas contadas por los pocos asistentes, comentarios en torno al lugar y un sin número de ideas que cruzaban por mi mente, al observar el hermoso paisaje que presentaba la ciudad, con sus edificios opacados bellamente por la tarde gris del interminable invierno. En medio de la lluvia; los árboles que hacen parte del entorno, embellecían el momento: aquél mango, exhibiendo su fruto tan verde aún cual sus hojas, parecían brillar intensamente por el lavado natural que bajaba desde el cielo; detrás de éste, un inmenso guayacán sin hojas, pero vestido hermosamente con su traje confeccionado por centenares de amarillas flores, causaban por su esplendor, ser los reyes de la creación, dándole un toque más acogedor y ameno, poético e inspirador, sin desconocer que la diminuta grama del parque y el jardín junto a las fuentes, el sembrado de bambú en medio de las piedras que delimitan los senderos, también forman parte de aquél acogedor lugar donde las aves trinan en lo alto de los árboles frondosos y hacen su nido, para servir de compañía permanente a quienes por múltiples razones visitamos continuamente la clínica.
En medio de la lluvia, vimos a un medico que se acercaba a nosotros, luciendo su impecable delantal blanco, además de una pequeña caja que traía en sus manos. En sus ojos, se notaba que venía con la satisfacción de haber cumplido una vez más con el deber de atender a sus pacientes de turno. Llegó hasta nosotros muy amablemente para saludarnos, en tanto que la anfitriona nos comentaba que éste eminente medico, también es un excelente mago, que aprovechando la ocasión nos deleitaría con unos pocos de sus muchos trucos que tiene dentro de su repertorio mágico.
Organizó la mesita sobre la cual iba a trabajar. Sacó sus cartas para barajarlas e involucró a los asistentes para hacer más interesante su demostración. Comenzó pues por adivinar sin ver, el valor de cada una de las cartas, dejándonos verdaderamente sorprendidos con su habilidad mental. Barajó nuevamente y pidió a una niña que sacara una carta para mostrarla al publico sin que él viera y que la depositara dentro de otras tantas para guardarlas de nuevo en su empaque normal y con un lapicero invisible, pidió a la anfitriona que marcara el naipe por encima de su empaque, después de recibir nuevamente el invisible artículo, lo guardó en su bolsillo y con un poco de misterio sacó las cartas, las barajo nuevamente y se dispuso a sacar una de ellas, asombrados vimos que había una recién marcada, nos enseñó y efectivamente era la que todos ya habíamos visto. ¿Cómo podría haberla marcado sin sacarla y más aún con un lapicero invisible? Nos quedamos verdaderamente asombrados.
El aplauso no se hizo esperar, sonó muy suave, por tan pocos asistentes, pero su corazón de hombre sencillo se conmovió con esas pocas palmas, porque pareció escuchar un aplauso multitudinario de un auditorio colmado de espectadores. Volvió a barajar su naipe y colocó sobre la mesa algunas cartas no sin antes pedir que se escogiera una y mostrarla a los presentes, las colocó bocabajo y de su cajita sacó un diminuto carrito de juguete, el cual fue deslizando suavemente sobre éstas, hasta que al detenerse sobre una de ellas, encendió sus luces delanteras en señal de que aquella era la escogida por la concurrencia. Con otros tantos trucos y pases mágicos, el medico nos deleitó, demostrándonos su sencillez y humildad; con eso mismo nos recordó también, que desde cualquier profesión que se tenga, se puede hacer sonreír al afligido, al que sufre, porque la alegría es sinónimo de salud, vida, entrega desinteresada…..gracias doctora, gracias doctor por recordarnos que aunque seamos adultos, en nuestro interior seguimos conservando a ese niño que sueña y fantasea con los pases y los trucos de un mago dedicado a entretener y a salvar vidas y de una anfitriona encantadora, como ustedes, que ante todo son seres humanos que también sienten lo que todos sentimos.
¡Gracias de todo corazón!
Taximán 03
Paulina Gómez Correa¡Mi tiempo una eternidad!
Llueve como cuando el cielo se abre en un parto explosivo de rayos, centellas, vientos, remolinos, techos y agua, inundando de improviso, algunos sectores de la Bella Villa.
El agua sale a borbotones por las bocas del alcantarillado, que copado en su capacidad, devuelve al exterior el líquido en hermosas fuentes pantanosas que liberan las tapas del mismo, para que viajen por el agua como planchones redondos dando tumbos, sin timón, capitán ni rumbo, poniendo el peligro a los vehículos que transitan por el lugar.
Llegamos a uno de los puentes monumentales; el taxista merma la velocidad del carro hasta apagarlo, situándonos debajo, hacia la izquierda.
Hasta las pestañas se me enfriaron cuando vi al silencioso conductor buscar algo, con afán y desasosiego, en la cajuela del carro; al fin encontró un envoltorio, cubierto con un pañuelo rojo.
¡Oh Dios mío! Que va a pasar a aquí. Cerré los ojos; no quiero ver ni sentir el metal frío que el conductor pondrá en mi sien. Repaso las pertenencias que tengo en el bolso, que más que contener elementos indispensables, parece un carro de la basura.
Siento que el taxista acciona la manija de la portezuela izquierda; con sigilo bajo el bolso al piso, me rasco una rodilla con tal fuerza que le saqué sangre; con ciego disimulo, tomo cédula y tarjetas de débito y crédito y me las meto a la boca; además de ciega, ahora muda; con un pañuelo de papel; limpio la sangre y la exhibo contra al ventanilla derecha con asustada esperanza de que alguien mire y avise a la policía.
Entreabro los ojos: se está remangando las botas del pantalón. Pienso.
-¡Valiente atracador tan cuidadoso!
Mientras el meticuloso taxista levanta la tapa del motor, extraigo del bolso un anillo ajeno que llevé a la joyería para que lo avaluaran: esmeralda, sin jardines, con 12 diamantes a su alrededor. Su dueña, clienta del negocio de la familia, me encargó esa misión depositando en mí toda su confianza. La hermosa y valiosa joya la escondo debajo de la lengua para que haga compañía a los babiados documentos.
Le pedí a Dios que me ayudara. Que yo estaba haciendo mi parte en este atraco, que Él hiciera la suya.
¡Qué eternidad en el tiempo y el espacio! Casi no podía respirar, la saliva crecía a montones y obviamente no me la podía tragar.
Bajó la tapa del motor, se sentó de nuevo en su lugar. Por primera vez me habló (casi me trago la guaca)
-¡Hay señora, por fin funcionaron estos benditos limpia parabrisas! No podía rodar el carro con este aguacero, y para colmo, el destornillador tampoco es el más indicado.
Cuando llegué a mi destino me felicitaron, porque a pesar de la lluvia tan fuerte había hecho la diligencia sin ningún contratiempo.
Me tomé dos vasos con agua para pasar estas estresantes nauseas inventadas.
Paulina Gómez Correa. (Paciente).
Taximán 02
Paulina Gómez Correa
Subo al taxi. El conductor llora desconsolado.
-Joven. Perdone. ¡Usted esta muy triste!
-Señora, también usted tiene los ojos húmedos.
-Inevitablemente me he contagiado.
-¡Estoy harto! La vida se me ha vuelto un despelote. Tengo una familia bacana, esposa, dos niñitos; trabajo duro para que nada les falte. Ella es linda, ordenada, pero mamona, ¡no aguanto más! ¡Quiero que la tierra se abra y me trague!
El firmamento se ve gris, cae una llovizna pertinaz que refresca el ambiente. El vehiculo se desplaza, afortunadamente, despacio. Estamos llegando a la clínica el Rosario, lugar de mi destino. Le sugiero nos bajemos en una cafetería, lo invito a tomar algo. Para mi: un tinto, para él: una gaseosa. Le manifiesto que no tengo afán de llegar, es más, puedo ir mañana.
Desde ese lugar, se aprecian los techos y terrazas de algunas casas de la ciudad. Los edificios surgen como masa de pan con levadura, en una horma gigante de caja de fósforos.
Huelo el tinto, tomo un pequeño sorbo, lo retengo en mi boca, lo saboreo, como el primer beso a escondidas. Su sabor amargo, neutro y suave, permite que lo tace hasta el final de la conversación; es un convidado importante en este encuentro.
-¡Se le va a enfriar el tinto!- me dice ansiosamente.
-Hoy estoy desesperado. Realicé un sueño que tenía desde hace mucho tiempo: me compré un equipo de sonido. Alguien, seria mi diosito, dejó en el taxi un fajo de billetes verdes. Me asuste pero no encontré señas del pasajero olvidadizo.
-Ese dinero lo conseguiste acostándote, no se con quien ¡pero me lo imagino! Degenerado, ya mismo sacas de la casa ese esperpento, ni mis hijos ni yo vamos a escuchar música en un aparato comprado con dinero de tus infidelidades.
Perdone, lo interrumpo;-ese equipo es un zodi 3139, hermoso y sofisticado, lo ultimo que están vendiendo, ¿estoy equivocada?
-No, pero me asusta.
De nuevo coge mi tinto en ademán de botarlo.
-No jamás jovencito, voy a escandalizarlo con lo que pienso y digo. Es usted un hombre maluco, quiero decir, que pereza hacer el amor con un hombre tan afanoso, como quien dice: “mano a la presa y el caldo de un tirón” no mi querido, tomarse un tinto es como hacer el amor, saboreadito y sin prisa.
-Es raro, eso dice mi esposa.
Al recordarla, continúa llorando.
-Revisa mi ropa cuando llego de trabajar. Cualquier papel que rompo, lo saca de la basura para buscar evidencias, si río malo y si no lo hago peor. No puedo contestar el teléfono. Le he manifestado que necesita ayuda de un psicólogo; se vuelve una fiera y grita que el loco soy yo.
El tinto esta frío, lo recreo en la boca poco a poco, su efecto me saca del sopor en que me encuentro. Agito con un pitillo el azúcar inexistente. Para mi, tomarme un tinto frío, es como disfrutar del amor, cuando surge espontáneo.
-Que pena, dice tímidamente, casi le retiro su tinto, ¿sabe mal?
-Quieto amigo mío, le contesto, mirándolo fijamente, poniendo mi mano sobre el pocillo.
-Cuando asistimos a alguna fiesta de la familia, usted sabe, siempre hay bautizos, matrimonios y cumpleaños; mi esposa se las ingenia para situarme de espaldas a la puerta, por donde deben entrar los invitados.
Como cosa rara, lo interrumpo de nuevo.
Continúa.
-Usted no saluda ni conversa con nadie, lo entretiene de tal forma que no puede voltear la cabeza; le pide a Dios que la fiesta se termine pronto, antes de que su corazón y cabeza estallen en mil pedazos.
Le pido me regrese al lugar donde me recogió.
Habíamos recorrido algunas cuadras cuando un calambre en las dos piernas; subiendo hasta la ingle, me obliga a morderme los dedos de la mano para no gritar. Siento los dedos de mis pies como dos abanicos abiertos y doblados por el viento.
-¿Qué hace usted en estos casos?
-Doy a mis piernas un suave masaje con alcohol.
-No tengo, pero si una botella de aguardiente; Ni corto, ni perezoso, estacionó el vehiculo, se bajo presuroso, se tomo un buen trago a pico de botella y me dijo:
-Tómese uno, le caerá bien.
Le acepto el trago (sin limpiarle las babas) y sin ninguna experiencia e imitándolo, me lo mando de una.
Me quema la garganta; con una fuerte tos lo devuelvo impregnando su ropa y la mía, lo mismo que la cojinería, con ese olor característico de los borrachos.
Abre la portezuela del lado donde estoy echa un tres. Con determinación, me quita botas y medias, sube el slack hasta donde puede, echa aguardiente en sus manos y masajea mis piernas, como si fueran las de su mamá.
Menos mal que el calambre desaparece, o si no, el pantalón y los cucos, hubiesen bajado, sin ningún recato, de la cintura a los pies.
-¡Ahora si estamos llenos de aguardiente por todas partes!
Exclama y se rasca la cabeza.- Vaya el novelon que se va a armar en mi casa. Tengo la impresión, de que un par de ojos, están grabando lo que hice.
-Lo que hicimos; le contesto, no son solo dos ojos: son cuatro.
-¿Por qué aparece usted en mi vida, y además conoce como ninguna los detalles de mi horrorosa historia?
-Porque su historia, es la mía.
Taximán 02
Paulina Gómez Correa
Subo al taxi. El conductor llora desconsolado.
-Joven. Perdone. ¡Usted esta muy triste!
-Señora, también usted tiene los ojos húmedos.
-Inevitablemente me he contagiado.
-¡Estoy harto! La vida se me ha vuelto un despelote. Tengo una familia bacana, esposa, dos niñitos; trabajo duro para que nada les falte. Ella es linda, ordenada, pero mamona, ¡no aguanto más! ¡Quiero que la tierra se abra y me trague!
El firmamento se ve gris, cae una llovizna pertinaz que refresca el ambiente. El vehiculo se desplaza, afortunadamente, despacio. Estamos llegando a la clínica el Rosario, lugar de mi destino. Le sugiero nos bajemos en una cafetería, lo invito a tomar algo. Para mi: un tinto, para él: una gaseosa. Le manifiesto que no tengo afán de llegar, es más, puedo ir mañana.
Desde ese lugar, se aprecian los techos y terrazas de algunas casas de la ciudad. Los edificios surgen como masa de pan con levadura, en una horma gigante de caja de fósforos.
Huelo el tinto, tomo un pequeño sorbo, lo retengo en mi boca, lo saboreo, como el primer beso a escondidas. Su sabor amargo, neutro y suave, permite que lo tace hasta el final de la conversación; es un convidado importante en este encuentro.
-¡Se le va a enfriar el tinto!- me dice ansiosamente.
-Hoy estoy desesperado. Realicé un sueño que tenía desde hace mucho tiempo: me compré un equipo de sonido. Alguien, seria mi diosito, dejó en el taxi un fajo de billetes verdes. Me asuste pero no encontré señas del pasajero olvidadizo.
-Ese dinero lo conseguiste acostándote, no se con quien ¡pero me lo imagino! Degenerado, ya mismo sacas de la casa ese esperpento, ni mis hijos ni yo vamos a escuchar música en un aparato comprado con dinero de tus infidelidades.
Perdone, lo interrumpo;-ese equipo es un zodi 3139, hermoso y sofisticado, lo ultimo que están vendiendo, ¿estoy equivocada?
-No, pero me asusta.
De nuevo coge mi tinto en ademán de botarlo.
-No jamás jovencito, voy a escandalizarlo con lo que pienso y digo. Es usted un hombre maluco, quiero decir, que pereza hacer el amor con un hombre tan afanoso, como quien dice: “mano a la presa y el caldo de un tirón” no mi querido, tomarse un tinto es como hacer el amor, saboreadito y sin prisa.
-Es raro, eso dice mi esposa.
Al recordarla, continúa llorando.
-Revisa mi ropa cuando llego de trabajar. Cualquier papel que rompo, lo saca de la basura para buscar evidencias, si río malo y si no lo hago peor. No puedo contestar el teléfono. Le he manifestado que necesita ayuda de un psicólogo; se vuelve una fiera y grita que el loco soy yo.
El tinto esta frío, lo recreo en la boca poco a poco, su efecto me saca del sopor en que me encuentro. Agito con un pitillo el azúcar inexistente. Para mi, tomarme un tinto frío, es como disfrutar del amor, cuando surge espontáneo.
-Que pena, dice tímidamente, casi le retiro su tinto, ¿sabe mal?
-Quieto amigo mío, le contesto, mirándolo fijamente, poniendo mi mano sobre el pocillo.
-Cuando asistimos a alguna fiesta de la familia, usted sabe, siempre hay bautizos, matrimonios y cumpleaños; mi esposa se las ingenia para situarme de espaldas a la puerta, por donde deben entrar los invitados.
Como cosa rara, lo interrumpo de nuevo.
Continúa.
-Usted no saluda ni conversa con nadie, lo entretiene de tal forma que no puede voltear la cabeza; le pide a Dios que la fiesta se termine pronto, antes de que su corazón y cabeza estallen en mil pedazos.
Le pido me regrese al lugar donde me recogió.
Habíamos recorrido algunas cuadras cuando un calambre en las dos piernas; subiendo hasta la ingle, me obliga a morderme los dedos de la mano para no gritar. Siento los dedos de mis pies como dos abanicos abiertos y doblados por el viento.
-¿Qué hace usted en estos casos?
-Doy a mis piernas un suave masaje con alcohol.
-No tengo, pero si una botella de aguardiente; Ni corto, ni perezoso, estacionó el vehiculo, se bajo presuroso, se tomo un buen trago a pico de botella y me dijo:
-Tómese uno, le caerá bien.
Le acepto el trago (sin limpiarle las babas) y sin ninguna experiencia e imitándolo, me lo mando de una.
Me quema la garganta; con una fuerte tos lo devuelvo impregnando su ropa y la mía, lo mismo que la cojinería, con ese olor característico de los borrachos.
Abre la portezuela del lado donde estoy echa un tres. Con determinación, me quita botas y medias, sube el slack hasta donde puede, echa aguardiente en sus manos y masajea mis piernas, como si fueran las de su mamá.
Menos mal que el calambre desaparece, o si no, el pantalón y los cucos, hubiesen bajado, sin ningún recato, de la cintura a los pies.
-¡Ahora si estamos llenos de aguardiente por todas partes!
Exclama y se rasca la cabeza.- Vaya el novelon que se va a armar en mi casa. Tengo la impresión, de que un par de ojos, están grabando lo que hice.
-Lo que hicimos; le contesto, no son solo dos ojos: son cuatro.
-¿Por qué aparece usted en mi vida, y además conoce como ninguna los detalles de mi horrorosa historia?
-Porque su historia, es la mía.
Taximán 01
Paulina Gómez Correa
Un taxi se desplaza lentamente, el conductor, simpático por cierto, me llama:
-Señora, la de la sudadera roja, la invito a que nos vamos a caminar al estadio… por favor…
-Muchas gracias señor. ¡Buenos días!
Al día siguiente aparece de nuevo; de lejos y con mirada inquisidora cálculo su edad: es sesentón y de bigote.
-Por dios señora, súbase, necesito conversar con usted.
Todos los días y de hace mucho tiempo la observo.
-Seamos amigos- insiste él.
Se baja del vehiculo y cortésmente me da la mano. A pesar del miedo, siento curiosidad. Le digo:
-Si desea caminar, hágalo aquí, únase al grupo.
El parque obrero no es grande como el estadio, pero es mas lindo. Me despido y sigo caminando con las compañeras.
Ernestina me increpa:
-Como es posible que estés conversando con un desconocido, puede ser un maleante, un atracador. ¡Esa ingenuidad e insensatez de tu parte! Seguro que mañana vendrá con toda su banda malosa, nos atracara y quien sabe que mas.
Sin timidez se acerca, no le importa que mis compañeras lo escuchen, me saluda, trae un ramo de flores. Hizo lavar y brillar el carro, lo perfumó con un fuerte ambientador para que me sintiera bien. De regalo trae buñuelos y empanadas para mi desayuno empacadas en una bolsa de papel donde la grasa se muestra sin recato.
Atropelladamente cuenta que vive en el barrio Prado, que casualmente esta es la ruta por donde empieza el día de trabajo.
Me invita a almorzar en un restaurante donde cocinan bien, lugar preferido por taxistas de la ciudad; me recogerá a las 2:00 p.m.
Es delgado, combina bien su ropa, los zapatos lucen brillantes. Es locuaz, de lenguaje sencillo y respetuoso.
-Raro que a un viejo le gusten las viejas… (Pienso)
Ernestina continua con su eterno discurso:
-Soy menor que tu, y no tan loca Habla tratando de asustarme. ¡Quien sabe a quien va a secuestrar!
-A mi no! Ya lo habría hecho… le contesto.
-Mamá no más caminatas al parque, dicen mis hijos mayores. –esta bien que siendo viuda le hallas dicho a tu enamorado que tienes esposo e hijos y que vives arriba, en Villa Hermosa. Si descubre nuestra vivienda, no aguantaremos las serenatas y pitando día y noche. Esto es una “atracción fatal”, no faltaba mas!
Diez años después, subo rengueando al parque, mis ojos se llenan de lágrimas, no por dolor ni sufrimiento, sino por lo que pudo haber sido y no fue.