Marino Gaviria V.(Al doctor: Tiberio Álvarez.)La tarde se presentaba un poco fría a pesar de que el sol, tímidamente trataba de rasgar el velo que insistente, las nubes de aquél invierno extendían en el firmamento. Definitivamente, al poco rato, el sol desapareció y la lluvia comenzó a salpicar la terraza del edificio, donde funciona el gimnasio y el salón de billar, que era el sitio en donde estábamos reunidos, a raíz de la invitación que se nos hizo para celebrar el día del padre.
A pesar del tiempo frío, el ambiente que reinaba era muy caluroso entre quienes estábamos allí, animados por la doctora, que para la ocasión hacía de anfitriona: con su sonrisa siempre a flor de labios, unida a su amabilidad y nobleza, que nos hizo sentir como los más importantes personajes de aquel sencillo pero ameno agasajo de que fuimos objeto, por parte de los profesionales que conforman el grupo de apoyo a los pacientes de ésta clínica, que con mucho cariño y sobre todo con un inmenso agradecimiento, bien podemos llamar nuestro otro hogar.
El tiempo transcurría en medio de una alegre espontánea charla: anécdotas contadas por los pocos asistentes, comentarios en torno al lugar y un sin número de ideas que cruzaban por mi mente, al observar el hermoso paisaje que presentaba la ciudad, con sus edificios opacados bellamente por la tarde gris del interminable invierno. En medio de la lluvia; los árboles que hacen parte del entorno, embellecían el momento: aquél mango, exhibiendo su fruto tan verde aún cual sus hojas, parecían brillar intensamente por el lavado natural que bajaba desde el cielo; detrás de éste, un inmenso guayacán sin hojas, pero vestido hermosamente con su traje confeccionado por centenares de amarillas flores, causaban por su esplendor, ser los reyes de la creación, dándole un toque más acogedor y ameno, poético e inspirador, sin desconocer que la diminuta grama del parque y el jardín junto a las fuentes, el sembrado de bambú en medio de las piedras que delimitan los senderos, también forman parte de aquél acogedor lugar donde las aves trinan en lo alto de los árboles frondosos y hacen su nido, para servir de compañía permanente a quienes por múltiples razones visitamos continuamente la clínica.
En medio de la lluvia, vimos a un medico que se acercaba a nosotros, luciendo su impecable delantal blanco, además de una pequeña caja que traía en sus manos. En sus ojos, se notaba que venía con la satisfacción de haber cumplido una vez más con el deber de atender a sus pacientes de turno. Llegó hasta nosotros muy amablemente para saludarnos, en tanto que la anfitriona nos comentaba que éste eminente medico, también es un excelente mago, que aprovechando la ocasión nos deleitaría con unos pocos de sus muchos trucos que tiene dentro de su repertorio mágico.
Organizó la mesita sobre la cual iba a trabajar. Sacó sus cartas para barajarlas e involucró a los asistentes para hacer más interesante su demostración. Comenzó pues por adivinar sin ver, el valor de cada una de las cartas, dejándonos verdaderamente sorprendidos con su habilidad mental. Barajó nuevamente y pidió a una niña que sacara una carta para mostrarla al publico sin que él viera y que la depositara dentro de otras tantas para guardarlas de nuevo en su empaque normal y con un lapicero invisible, pidió a la anfitriona que marcara el naipe por encima de su empaque, después de recibir nuevamente el invisible artículo, lo guardó en su bolsillo y con un poco de misterio sacó las cartas, las barajo nuevamente y se dispuso a sacar una de ellas, asombrados vimos que había una recién marcada, nos enseñó y efectivamente era la que todos ya habíamos visto. ¿Cómo podría haberla marcado sin sacarla y más aún con un lapicero invisible? Nos quedamos verdaderamente asombrados.
El aplauso no se hizo esperar, sonó muy suave, por tan pocos asistentes, pero su corazón de hombre sencillo se conmovió con esas pocas palmas, porque pareció escuchar un aplauso multitudinario de un auditorio colmado de espectadores. Volvió a barajar su naipe y colocó sobre la mesa algunas cartas no sin antes pedir que se escogiera una y mostrarla a los presentes, las colocó bocabajo y de su cajita sacó un diminuto carrito de juguete, el cual fue deslizando suavemente sobre éstas, hasta que al detenerse sobre una de ellas, encendió sus luces delanteras en señal de que aquella era la escogida por la concurrencia. Con otros tantos trucos y pases mágicos, el medico nos deleitó, demostrándonos su sencillez y humildad; con eso mismo nos recordó también, que desde cualquier profesión que se tenga, se puede hacer sonreír al afligido, al que sufre, porque la alegría es sinónimo de salud, vida, entrega desinteresada…..gracias doctora, gracias doctor por recordarnos que aunque seamos adultos, en nuestro interior seguimos conservando a ese niño que sueña y fantasea con los pases y los trucos de un mago dedicado a entretener y a salvar vidas y de una anfitriona encantadora, como ustedes, que ante todo son seres humanos que también sienten lo que todos sentimos.
¡Gracias de todo corazón!
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