Imaginación

Marino Gaviria.
En una tarde de verano, contemplando el cielo azul inmenso, observé que una hermosa nube blanca, cruzaba silenciosa el firmamento: al verla tan densa y bella como un copo de algodón, mi imaginación siguió en pos de ella y de repente sentí que me subía para tomar un puesto y viajar por el espacio sin fronteras, para deleitarme contemplando el universo. Allí, ya viajaba un ángel misterioso, que al verme subir, me invitó sin reparos, a que juntos emprendiéramos la aventura más casual, rica y placentera. Y atravesamos en aquella inmensa nube: montañas, mares, valles, las pampas, las estepas, los glaciales....hasta que la nube, de pronto, por esas cosas de la imaginación, voló con nosotros, ¡increíble! a visitar después otros planetas.
El ángel muy amable, me dirigió enseguida unas palabras, para preguntarme a donde quería yo que me llevaran, luego sin vacilar por un momento, le respondí que quería viajar por el espacio y recorrer hasta el confín del universo y la nube presurosa y encantada, sugirió que nos dejáramos llevar por ella, que me mostrarían enseguida muchísimos lugares y que me sintiera muy seguro en ella, pues por nada del mundo, el ángel permitiría que me pasara nada y que después con plena seguridad, me volverían a traer hasta el mismo lugar en donde me habían recogido. Así que recorrimos muchos lugares distintos de la tierra y en cada país, en cada capital, me permitían que contemplara absorto la belleza de las cosas terrenales: las murallas, las torres, las iglesias, los jardines, los castillos, las represas, los ríos y sus cataratas, los volcanes, las pirámides y un centenar de cosas bellas.

¡Qué encantador que fue viajar con ellos! Sin sentir un momento de cansancio ni pereza; todo era alegría: contemplar las maravillas, ver brillar el sol más cerca y viéndome alcanzar con las manos las estrellas. Después de tanto viajar por el espacio, sin cansarme de admirar tanta hermosura, les propuse al ángel y a la nube, que de pronto, podríamos visitar la Luna y así observar minuciosamente lo que se cuenta de ella, pero la nube misteriosa y no segura de sí dijo: no me parece; pues la Luna a sido el astro más visitado por el hombre, además, la Luna según dicen es muy fría; ¿no te parece mejor que vallamos a otra parte, por ejemplo a visitar otro planeta?. Sí. Estoy de acuerdo; pero por favor, entremos a la Luna, porque quiero recorrerla toda entera. Me gustaría saber por qué siendo tan fría, es tan hermosa; es la dueña de la noche; inspiradora de romances novelescos, de poemas y demás canciones bellas. Nos refleja la luz del Sol en el verano, para alumbrarnos los caminos polvorientos, pero en las noches frías del invierno, tímidamente sale y nos alumbra y nos enciende la luz del pensamiento. Es que la Luna; les dije al ángel y a la nube, es por excelencia, creadora. Ella, ha inspirado a los grandes artistas y poetas; a tenido que ver con los romances de parejas muy bien conocidas en la historia: una María y Efraín, aquí en Colombia; un Romeo y Julieta; en Inglaterra o en España, en tantos otros países se le aclama como musa inspiradora, en un Abelardo y Eloisa, o con Pablo y Virginia y tantos otros que hoy se me escapan, que se pudieran nombrar por centenares.... y con éste argumento convencí a la nube, que sin reproche alguno se meció así de repente, para llevarnos a recorrer la luna toda.

Volamos en ella mucho rato, conociendo el lado oscuro de la Luna: ¡cómo brilla! ¡cómo refleja el Sol en el verano de la tierra! y en su atmósfera tranquila y tan serena, respiraba yo, un aire de grandeza, pues me sentí un ser privilegiado, al haber podido alcanzar aquella nube en la que viajaba sin visa, sin pasaje, sin tener que tramitar un pasaporte y cruzando fronteras sin requisas, sin tener que mostrar un documento o cambiar moneda por moneda, según el país de mi visita y mucho menos sin un trasbordador o cualquier otro medio de transporte que requiere de motor y combustible. Me sentía en un mundo diferente, donde solos: mi ángel y yo sentados en la nube podíamos disfrutar de tanta maravilla. ¡Era increíble! y muy real lo que viví en la Luna; pero la idea era viajar por todo el universo y visitar una a una todas las galaxias, así que dimos por terminado éste recorrido por la superficie selenita. De pronto pensé yo y dije: vayamos a Mercurio, sí? ¿Qué esperamos? A Mercurio no, dijo la nube, yo conozco a todos los planetas y has de saber que puede ser un gran riesgo ir allá, porque es el que más cerca está del Sol y puede traernos consecuencias muy graves. Puede ser que su temperatura sea muy alta para mí que solo soy una nube; tú sabes que en mi interior hay agua, y por eso el calor puede derretirme y no podemos permitir que eso me pase, porque entonces cómo seguirías tú viajando y a expensas de quién puedes quedarte, si tu ángel debe de volver al cielo, en cambio yo debo regresar contigo hasta la tierra; juntos comenzamos, juntos terminamos éste viaje. Me convenció entonces y de lejos le dimos un vistazo a Mercurio, ¡gran esfera! que deambula en el espacio, en su gran órbita como todos los planetas en su galaxia, como todas las estrellas y cometas.

Entre Mercurio y la Tierra, ahí, está Venus, y pasamos muy cerquita de su esfera. ¡Cuantas cosas misteriosas encierra éste planeta!. El ángel, que constantemente escuchaba mis palabras y otras tantas me leía el pensamiento, dijo: no sé si debamos sobrevolar éste planeta; sé que se habla mucho de él allá en la Tierra, que tal vez serán habitantes venusinos los que, en los tan famosos platillos voladores nos llevan a deducir que hay extraterrestres. Que son unas culturas ya muy avanzadas las que gobiernan aquí, y por lo que entiendo, sin estar de pronto muy seguro, es que acá, solamente vienen los elegidos de la Tierra, que han sido previamente contactados de antemano por los habitantes venusinos; así que por lo que creo, es mejor seguir de largo, para no encontrarnos de pronto con una gran sorpresa, que no nos permita continuar viajando. Así pues, que pasamos muy por encima del planeta, y la verdad, en su superficie un tanto oscura, no pude distinguir algo curioso o que por lo menos llamara mi atención; aunque el solo placer de andar tan cerca, ya era algo muy importante y bien curioso, para mí, que siempre le veo el lado hermoso a la naturaleza, infinita en su belleza.

Volvimos pues a pasar ahora, ya muy lejos de la Tierra y en muy breves instantes, llegamos al planeta Rojo, que sigue de ésta y que es en el que se dice, viven los Marcianos; una cultura también muy avanzada, de la cual es de la que se habla mucho allá en la Tierra. Es así, que Marte, tiene pues, muchas más posibilidades de ser habitada por seres, tal vez, imaginados de cabeza grande y cuerpo pequeño, que se comunican con sonidos, según cuentan algunas leyendas o gente inexperta, que en su afán de infundirles más misterio, hablan de personajes increíbles, que aún en las películas hemos visto y que algunos son muy amables, otras veces, los muestran agresivos, pero todo esto se pudiera descubrir, teniendo un encuentro cercano con estos personajes. Seguimos volando por la atmósfera de Marte, y encontramos en ella: soledad, calor y frío y la nube, sin cansarse, se mecía y yo encima de ella, preguntaba al ángel: quién de verdad, habitaría este planeta; donde el hombre, con sus ondas espaciales, no ha podido escudriñar en él, mayor cosa. No sabemos aún nada del planeta, si es de verdad que aquí viven los Marcianos. Nadie, pero nadie, ha podido descifrar este misterio; ni siquiera yo, que estoy ahora aquí, sobrevolando el firmamento encuentro nada, no se acerca nadie, solo el ángel y un gran aire de placer, en la nube van conmigo.

Fuimos volando más allá por lo infinito y otro planeta, se avistaba hermoso y grande, éste es Júpiter, con su mundo plagado de tinieblas; ¿qué será, que no alumbra igual a los anteriores?, le pregunté intrigado a mi ángel, que muy atento me escuchaba. Es de noche en éste sector del universo y el Sol está alumbrando la otra cara del planeta, me respondió con aire de bondad, mi ángel; recuerda que el Sol está detenido en un punto fijo y todos los demás planetas giran a su alrededor y al igual que la Tierra, todos son redondos, por lo tanto, aquí también hay día, luego después llega la noche, ya que el Sol, solo va alumbrando una parte determinada de estas inmensas esferas planetarias.


¡Que belleza!. Las estrellas, brillan como nunca por toda la galaxia; se ven inalcanzables allá lejos, a millones y millones de años de distancia, pero aún así situadas tan distantes de la Tierra, brillan y su luz al igual que los luceros van mostrando esa belleza indescriptible que es el mundo, un mundo de galaxias y universos insondables. Vimos brillar a Júpiter, en todo su esplendor con luz del día. El Sol, calentaba su atmósfera infranqueable; es bellísimo, igual que los demás planetas; pero aún, siendo tan bello y tan inmenso, no lo cambio por la tierra donde vivo, rodeado de flores y praderas, de grandes selvas y moles de cemento, pero también de verdes bosques y aguas frescas.

Abandonamos ya esta esfera misteriosa, para seguir raudos nuestro viaje, lleno de aventuras y sorpresas.

Continuamos surcando el infinito y de pronto, a nuestro encuentro salió un nuevo planeta: este es el señor del anillo más inmenso del universo entero, es: Saturno, un maravilloso disco celestial, integrante también de nuestra vida láctea; inmensísimo también como los otros, pero supuestamente frío e inhabitable, donde nadie jamás aquí a llegado, solo unas sondas espaciales enviadas de la Tierra, le han tomado algunas fotografías desde lejos, para explorar un poco su formación en el universo. ¿Quién puede vivir aquí en un lugar tan solitario?, no lo veo. ¿Aquí?, le dije al ángel, y él me respondió, que solo Dios puede saberlo, si es que existe algún extraterrestre aquí en Saturno. Y....Tú, no sabes? Le pregunté de nuevo al ángel. El me respondió amablemente: tengo un poder muy grande para llevarte en vuelo, pero no puedo penetrar ciertas barreras, porque no me ha sido permitido por el Eterno Padre; por eso es que apenas sobrevolamos un planeta, pero no puedo detenerme. Permíteme decirte, continuó el ángel: que yo puedo llevarte donde quieras, pero no me pidas que te deje lejos de la Tierra, de tu hogar indiscutible, porque no puedo hacerlo. Mi misión es llevarte en esta nube, por los aires, donde quieras, pero en su momento debo regresarte, para dejarte en tu lugar de origen, para que vuelvas a integrarte a tus quehaceres.

Después de estar allí en Saturno, pasamos prontamente a Urano, en una órbita celeste muy lejana, pero que por el poder del ángel y la nube, alcanzamos pronto; lo rodeamos, lo miramos, lo admiramos y yo no encontré más nada que poder contaros; tan solo que disfruté mucho aquella visita y la grabé en mi mente como siempre, como he hecho con todos los lugares en que he estado. Imposible de describir tanta grandeza; poder divisar uno a uno todos los planetas: Neptuno, que también encierra sus misterios y al que se le atribuyen ciertas influencias en la vida del hombre; tanto que nos han hecho creer que los planetas tiene mucho que ver con nuestra manera de ser o de actuar según las fechas de nacimiento: el mes, el día, la hora......y Plutón, el último planeta más lejano de la Tierra; al que vemos tan solo un mero instante; pues es hora de volver y divisamos más estrellas: Antares, Pléyades, Orión, Ganímedes, Andrómeda..... y de nuevo: por fin la Tierra.

Así llegó el momento del regreso: el ángel: voló con rumbo al infinito después de dejarme aquí en mi sitio, desde donde admirado y taciturno con desdén veía cómo aquella hermosa y densa nube blanca se desvanecía por la acción del soplo del viento sereno de la tarde.

0 Puede hacer sus comentarios aquí.: