(Marino Gaviria Vargas) paciente
Por la falta de atención, en muchos casos,
de seguro, puede uno ser mal entendido
pues a muchos así les ha sucedido
por algunos que cuidado no le han puesto;
me quedé muy sorprendido por supuesto
al escuchar las preguntas que me hacían,
fueron cosas que en mi mente no cabían,
y todo por la manera de relatar un cuento.
pero por tal ridiculez, yo no me enojo
lo que quiero es, que entiendan lo que dije,
porque algunos lo interpretaron a su antojo;
sin embargo, por eso no maldije.
Fue en una amena reunión de amigos,
departiendo una noche sanamente,
contaban algunos, insólitas historias
que escuchábamos todos, muy alegremente.
Imaginando y maquinando en la mente cada uno,
qué contaríamos cada cual en el momento,
en que fuéramos preguntados por los otros;
oye, tú: cual es tu parlamento.
Como es mi costumbre, ideé rápidamente
cómo y cual sería el tema de mi historia;
traté de organizarlo en mi memoria,
para que fuera ameno y me salió así de rente.
Así, fue pues, que cuando llegó mi turno
que conté algo imaginario y cierto.
claro que, unos tergiversaron unos puntos,
y por eso preguntaban sorprendidos,
me interrumpían así a cada momento.
Por eso fue que me demoré más tiempo.
en relatar mi imaginada historia;
pues muchos al oírla, no creían
que hubieran pasado en un momento tantas cosas;
uno ingenuo, se estremeció de espanto,
mientras que otros maliciosos se reían.
Oigan pues, lo que conté aquel día:
Habiendo llegado muy cansado del trabajo,
entré a la casa y llegué hasta el comedor,
allí se encontraba, tranquilo y reposando,
muy pulcro, limpio y vacío su interior.
Encima del charol, junto a la jarra de cristal
que llena de agua pura y fresca estaba,
allí, aquel, muy tranquilo reposaba
esperando tal vez, que alguien lo empleara,
para así prestar algún servicio
y me tocó a mí, utilizarlo al tiempo
en que estuve mirando las noticias;
su vientre vacío, llené de agua
para calmar con él, la sed que me quemaba.
Y con pronta rapidez, muy obediente,
me sirvió y luego, luego lo volví a su sitio;
a un lado pues, lo dejé de nuevo
y muy sereno se quedó tranquilo,
hasta que después, al mucho rato
en su seno pude, saborearme un tinto;
otra vez lo coloqué en su sitio
donde siguió reposando muy sumiso,
esperando quizá, que prontamente
se me ocurriera abusar de su servicio.
Después de utilizarlo varias veces,
después que me calmó la sed y tomé tinto,
con una mano lo cogí y con fuerza,
lo apreté y lo estrangulé todito
hasta dejarlo deforme, fuera de servicio
y lo arrojé rápidamente a la basura
en la caneca que indica: reciclable
para que nunca pudiera volver a ser reutilizable;
cuando, de repente, escuché en la concurrencia
que alguien con fuerza, gritó desesperado:
¡criminal! Sois un acecino despreciable!
Cómo así? Qué están creyendo? Pregunté asombrado;
lo acabas de decir, contestó otro:
que después de utilizarlo, lo acabaste,
cómo fuiste capas de hacer tal cosa?
usarlo así, para después matarle,
y luego contarlo como si nada fuera
nunca imaginamos que tal era
tu infame forma de pagar servicios.
A uno que te atendió presto y sumiso,
así no se agradece: ¡miserable!
Me condenaron unos, me defendieron otros
y yo le respondía con acierto a cada uno:
es eso lo que se hace en estos casos,
para que no le presten el servicio a más nadie,
para evitar inconformidad o enfermedades;
es por respeto, por salud, por bienestar,
o es que acaso prevenir en estos casos no es sociable?
Escúchenme bien: esta es mi historia,
no crean que soy un ser vil y despreciable
no escuchan tan claro, que solo estoy hablando
del maravilloso servicio que nos presta,
un efímero vaso desechable........!
Efímero servidor
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