Siento la necesidad inmensa de contarte, lo que ayer me sucedió con mi nuevo amor. Tuve la oportunidad de pasar la primera noche entre sus brazos, pero todo fue como lo presentía y para mí, siendo una cosa de la cual pocas veces me arrepiento, en éste caso fue todo tan distinto, que siempre estaré arrepentido de haber llegado un día a conocerle, como yo le conocí.
Debo decirte todo lo que sucedió la pasada noche, para que tú trates de entender el dolor que sufro de repente, que mi alma siente y que mi corazón, no podrá aguantar, pero no por eso quiero molestarte, ni rogarte que vuelvas a mi lado, porque estoy seguro de que no podré convencerte y solamente tú, pudiste tomar tan cruel determinación, que ha hecho perder en mi vida una ilusión.
Voy a contarte pues, lo que me ha pasado con mi nuevo y mal amor. Todo comenzó cuando le vi llegar, después de haberte despedido tú de mí: “hasta mañana” y ya no creía, que ese amor vendría. Pues bien; le vi llegar, entrar hasta mi cuarto y esperar; allí, me concedió su primer beso, un beso frío, que daba la impresión de ser tan muerto, como una lápida fatal, que cubre en una tumba, aquel amor que un día fuera para nosotros algo hermoso. Fue un beso yerto, sin sabor, sin amor y sin deseo; pero tuve la impresión de que fuera el solo miedo, que causa el encontrar un amor nuevo, que no permite entregarse por completo, a quien por primera vez, no sea su dueño.
Compréndeme por favor que todo aquello para mí, fue pasajero; fue una noche espantosa y sin deseos. Tal vez, aquél amor, quería para mí cosas muy buenas, pero no pudo complacerme, no lo pudo; fui insatisfecho; no me dejaba acariciar su pecho, no me permitía que besara sus mejillas ni su pelo; no me acariciaba, únicamente se limitaba a dejarme recorrer todo su cuerpo, tan frío, sin calor sin movimiento.
Era como estar en una roca, que por más fuerza que se haga no se mueve, solamente permite que se toque y se de vuelta alrededor de ella, pero no deja de ser fría y así sin movimiento, no se puede satisfacer con ella algún deseo.
Te pido por favor que me perdones, pues no quiero molestarte con todo esto, apenas sí quiero que lo sepas todo, para poderte pedir que no me abandones por completo y me permitas, si tú quieres, que esté cerca para conservar siquiera tu amistad por siempre, para que me ayudes y me acompañes y me alivies el dolor que llevo dentro; no por culpa tuya; sino por mí que no me entiendo; pero tu, que has llegado a conocerme como quiero, puedes ayudarme a jamás volver a pensar en un amor nuevo, que resulte ser así, como este que te cuento, que solo dejan decepción y descontento, porque no saben entregarse por entero, como tu amor que para mí fue tan sincero y aunque no quieras yo lo llevo dentro, porque fue, lo que en tantos años había soñado tener, que tuve y ya no tengo.
Perdóname otra vez, pero no puedo dejar de pensar en ti un momento y recordar las horas que se fueron, que dejaron en mí, un grato recuerdo, de algo que se pierde en el invierno de mis lágrimas amargas del despecho; las que me hicieron renacer un día, aquella flor de amor que en mi alma se moría y que solo tú, con tu mirada la volvías y creció con tu amor, con tus caricias, pero ahora parece marchitar de nuevo; pues te repito: con ese amor que tengo nuevo, no florecen la alegría ni el deseo de un vivir intenso; seguir con ese amor nuevo, no puedo; es como estar con un barco en la tormenta, que tratando de guiar no se maneja, porque las olas que sacuden la marea, no permite al timonel: lo mueva y el naufragio fatal de aquel barco es indecible; pues bien; eso mismo a mí me pasa y me siento naufragar entre sus brazos, que en vez de dar amor, dan un zarpazo, de una fiera sin domar que no hace caso; tan solo tú, mi amor: ¡puedes lograrlo!.
Amor nuevo (Marino Gaviria V.)
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