XUNDABÉ 17


EDITORIAL
(Decimaséptima Edición



Cada fin de año termina con los más diversos balances, ya sean económicos, laborales o espirituales; para darnos cuenta en que fallamos para corregir, o cómo hemos progresado para seguir mejorando y conseguir los más grandes ideales. Cada comienzo de año, lo iniciamos con los más fervientes deseos de que sea el mejor de toda nuestra vida, teniendo como aprendizaje muy presente, los aciertos y desaciertos que nos han llamado la atención, que nos han permitido reflexionar para tomar la mejor decisión en lo adelante.

Hoy, que retomamos nuestros afanes en este nuevo año; queremos dedicarnos a resaltar la labor silenciosa y sobre todo muy fructífera, de quienes nos han apoyado, nos han seguido y acompañado siempre, pensando en que si la vida nos dio una nueva oportunidad, debemos aprovecharla al máximo, pensando también en que hay mucha gente que nos puede necesitar, para lograr una buena recuperación.

Queremos aprovechar para saludar a los estudiantes que en este año, se quieran vincular con nuestra causa. Sabemos que lo harán pensando en una obligación que les exige su media técnica que cursan, pero que también lo harán convencidos de que su trabajo literario en el grupo será de mucha importancia y trascendencia para nuestra recuperación y crecimiento como personas, que afrontamos una etapa dura, que nadie en el mundo quisiéramos vivir, pero que por cualquier circunstancia nos ha tocado en suerte enfrentar, de una u otra forma, para mostrar la grandeza de un Ser Supremo que nos ama y nos llama la atención para corregir y enmendar nuestras faltas.

Es nuestro deseo durante este nuevo año; que todos y cada uno de los pacientes que aquí estamos o los que llegan, sepamos disfrutar de las maravillas de la vida, haciendo el mejor uso de los trabajos, comentarios y sugerencias que a bien nos puedan hacer nuestro acompañantes o familiares; nuestros seguidores o lectores y sobre todo nuestros nobles estudiantes del servicio social, que muy seguramente harán su trabajo fundamentado en los más grandes valores del ser humano.

BIENVENIDOS A ESTE 2010 CON PAZ Y PROSPERIDAD…!

Gerardo Ospina. (Acompañante)


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Llega a nuestra redacción el bello trabajo de un joven estudiante de los primeros años de la medía básica secundaria, que se vincula al programa por medio de su creatividad como autor de un cuento corto, más que un cuento, podríamos decir que es una reflexión, que encierra muchos valores de los que un ser humano debe observar, en su diario trajinar por el sendero del aprendizaje, de la enseñanza y del saber hacer las cosa bien y en beneficio de los demás. He aquí el aporte del joven estudiante: JAMES ROJO CARVAJAL


LA DROGADICCIÓN.
(James Rojo Carvajal. Estudiante)


La drogadicción, es algo que hoy día mucha gente usa y que comúnmente conocemos como “Vicio”. La droga en todas sus clases, se encuentra en cualquier esquina del mundo; con todo esto, todo hombre o mujer, a quienes nombramos como “Marihuaneros”, se sienten en lugar muy alto, ya que llegan a hacer lo que sea y no les importa nada si están drogados.
Esta clase de personas, ya quieren estar solos por el vicio. Sólo piensan en conseguir dinero a cualquier precio, aunque sea robando o hasta asesinando para obtenerlo.
Hoy en día, se puede encontrar todo tipo de alucinógeno, ya sea en polvo como la coca, el perico y aún la marihuana que al secarse, se pulveriza para poder ser consumida; también encontramos alucinógenos en líquidos inyectables, o algunos que se usan a través del aparato respiratorio, como el famoso “Poper” y que al igual que cualquier tipo de narcótico, traen graves consecuencias para el organismo humano.

En mi condición de joven, expuesto a un mundo de peligros de este tipo; desearía que esta gente, algún día tome conciencia, del daño que se hace, y el que le hace a los demás. Y, que en vez de promover dichos hábitos; con la venta y distribución de tales productos, recapaciten y se dediquen a hacer cosas más productivas, vendiendo artículos que verdaderamente sean de interés personal o comunal. Sería la mejor manera de salir adelante, con buenos proyectos de vida; trabajos que les den una mejor imagen y un incentivo económico, que les permita sentirse bien y al servicio de la humanidad.


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Es bueno resaltar, que aunque el siguiente trabajo de cuento y poesía no son inéditos; por lo menos vemos con entusiasmo que los nuevos compañeros que se adhieren al taller de escritores, quieren demostrarnos así, que aún no siendo autores, pueden presentar escritos que bien pudieron investigar, a través de su afición por la lectura. Una vez más, les queremos manifestar nuestra complacencia, porque de cualquier manera demuestran su interés por aportar cosas bellas al grupo; a su página, a sus lectores. Bienvenidos todos los trabajos, y que por lo demás, reconocen plenamente a sus autores; como es el caso que nos presenta doña Ana María Rojas, con el siguiente cuento y poesía.


LA CUOTA INICIAL PARA EL CIELO.
(Tomado de la revista Atardecer Nº 149)


Una señora soñó que llegaba al cielo y que junto a las ciento veinte mil personas que mueren cada día, estaba haciendo fila para ver cuál era su destino eterno. Apareció San Pedro y les dijo: “Vengan conmigo y les mostraré en qué barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Aquí la única cuota inicial que se recibe para su habitación eterna, es la caridad traducida en obras de misericordia, comprensión, respeto por los demás e interés por la salvación de todos”. Los fue guiando por los barrios primorosos, como ella jamás hubiera pensado que pudiera existir.

Llegaron a un bario con todas las casas de oro, puertas y techos dorados y muros de oro. ¡Qué maravilla! San Pedro exclamó: “Aquí, todos los que invirtieron mucho dinero en ayudar a las necesidades; aquellos a quienes su amor por los demás sí les costó en la tierra”. Y fueron entrando todos los generosos: los que partieron su pan con el hambriento, regalaron sus vestidos a los pobres, consolaron a los presos y visitaron a los enfermos.

La señora quiso entrar, pero un ángel la detuvo, diciéndole: “Perdone, pero usted en la tierra no daba sino migajas a los demás. Jamás dio algo que en verdad le costara, ni en dinero, ni en tiempo, ni en vestidos. Este barrio es solamente para los generosos”. Y no la dejó entrar.

Pasaron luego a otro barrio en la eternidad. Todas las casas construidas en marfil. ¡Qué blancura, qué primor! Los pisos y techos en marfil. La señora se apresuró a entrar en tan hermoso barrio, pero otro ángel guardián la tomó del brazo y le dijo muy respetuosamente: “Me da pena señora, pero este barrio es únicamente para aquellos que en el trato con los demás fueron delicados, respetuosos, comprensivos, bondadosos; y usted era muy dura, falsa y criticona y a veces hasta grosera en el trato con los demás”. Y mientras que todos los que habían sido exquisitos en sus relaciones humanas entraban a tomar posesión de sus lujosas habitaciones, la pobre mujer se quedaba por fuera mirando con envidia a los que iban entrando a tan esplendoroso barrio. Le faltaba la cuota inicial: haber tratado bien a los demás.

Siguieron luego a un tercer barrio. Aquello era también admirable en luminosidad y belleza. Todas las casas eran de cristal excepcionalmente brillantes y hermosas. Paredes de cristales multicolores, techos de cristales refractarios y ventanas de cristales que parecían arco iris. La señora corrió, a apoderarse de una de aquellas mansiones, pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio: “Su pasaporte dice que usted no se preocupó por enseñarle a las personas que estaban a su alrededor, el camino del bien y la verdad; este barrio es exclusivamente para las personas que ayudaron a otros a buscar la felicidad. Aquí se cumple lo que anunció el profeta Daniel: “Quienes enseñan a otros a ser buenos, brillarán como estrellas en toda la eternidad”, y usted nunca se preocupó por que las personas que estaban a su lado fueran mejores. Así que no hay casa para usted aquí. Le falta la cuota inicial: haber ayudado a otros a cambiar, a ser mejores.

Entristecida la pobre mujer, veía que entraban muchísimas personas radiantes de alegría a tomar posesión de su habitación eterna, mientras que ella, con un numeroso grupo de egoístas, eran llevados cuesta abajo, a un barrio verdaderamente espantoso. Todas las casas estaban construidas de cartón. Los gallinazos sobrevolaban aquel barrio; ratones y murciélagos rondaban por allí. Ella se puso un pañuelo en la nariz, porque el olor eras insoportable y quiso salir huyendo, pero el guardián del barrio le dijo con voz muy seria: “Una de estas casas será suya; puede pasar a tomar posesión de ella”. La angustiada mujer gritó que no, que era horrible y que no sería capaz de habitar en ese lugar. Y el ángel le respondió: “Señora, esto es lo que hemos construido con la cuota inicial que usted envió desde la tierra. Las habitaciones de la eternidad las hacemos con la cuota inicial que las personas mandan desde el mundo. Usted solamente nos envió cada día: egoísmo, maltrato a los demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, tacañería, odio, envidias, rencores, ¿qué más podríamos haberle construido? Usted misma nos envió el material para hacerle su mansión”.

La mujer empezó a llorar y a decir que no quería quedarse viviendo allí. Y de pronto, al hacer un esfuerzo para zafarse de las manos de quien la quería hacer entrar en semejante habitación, dio un salto y se despertó. Tenía la almohada empapada en lágrimas.

Aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a pagar la cuota inicial de su casa en la eternidad: generosidad con los necesitados, bondad en el trato con los demás, paciencia con los enfermos y los ancianos, preocupación por enseñar a otros el camino del bien….
¿CUAL ES TU CUOTA INICIAL?



LA LIMOSNA.
(Lázaro M. Pérez. Poeta Colombiano)


Oye, hija mía: cuando el pobre toca
de puerta en puerta mendigando un pan,
nos lo pide por Dios, y el Dios que invoca
es el mismo que a todos pan nos da.

El padre universal tiene un consuelo
para todo dolor: y cada bien
con que socorre al pobre sube al cielo
y en densa lluvia tórnase al caer.

Por eso es su caudal inagotable;
por eso cada bien abate un mal;
por eso encuentra pan el miserable,
por eso el desvalido encuentra hogar.

También la caridad en su eficacia
da una limosna y la reciben dos:
el que la pide, un pan que su hambre sacia,
el que la da…la bendición de Dios.

Y el aturdido mundo no percibe
quién en la limosna gana más,
si el mendigo infeliz que la recibe
o la mano piadosa que la da.

Pero en este dilema no hay razones;
calcular es lo mismo que sentir:
si das pan y recibes bendiciones
¿la dádiva mejor no es para ti?

San Juan de Dios que avaro perseguía,
para ofrecerle pan a la orfandad,
al ponerlo en su mano le decía:
“¡gracias por la limosna que me das!”

No olvides hija mía la enseñanza
que encierra el don munífico de Dios:
si de Fe se alimenta tu Esperanza,
busca en la Caridad: tu galardón.



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Nos complace saber que durante este nuevo año, seguiremos teniendo la grata compañía de un asiduo colaborador y amigo ANFEPHE; quien con su aporte literario y matemático, seguirá deleitándonos con su trabajo, en pro de los pacientes y sus familiares que tanto buscamos un sano esparcimiento, para mejorar un poco más nuestra calidad de vida. Nuevamente bienvenido y muchas gracias querido Anfephe.

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FRANCOIS VIETE. Vivió entre los años 1540 y 1603. Este político y militar francés, tenía como pasatiempo favorito las matemáticas. Puede considerársele como el fundador del Algebra Moderna. Logró la total liberación de esta disciplina de las limitaciones aritméticas, al introducir la notación algebraica. Dio las formulas para la solución de las ecuaciones de sexto grado. Fue consejero privado de Enrique IV de Francia. Hizo del Algebra una ciencia puramente simbólica, y completó el desarrollo de la Trigonometría de Ptolomeo.

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JOHN NEPER: Nació en 1550 y murió en 1617. Rico terrateniente escocés; era Barón de Merchiston. Logró convertirse en uno de los más geniales matemáticos ingleses, al dedicarse en sus ratos de ocio al cultivo de los números. Introdujo el punto decimal para separar las cifras decimales de las enteras. Al observar las relaciones entre las progresiones aritméticas y geométricas descubrió el principio que rige a los logaritmos. Entre Neper y Bürgi, surgió una discusión acerca de quien había sido el primero en trabajar con los logaritmos.

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RENATO DESCARTES: Filósofo y matemático, nacido en Francia en el año de 1596 y que vivió hasta el año de 1650. Durante su juventud fue soldado, y recorre Hungría, Suiza e Italia. Después de participaren el sito de La Rochelle, se acogió a la vida estudiosa. La reina Cristina de Suecia lo invita a su corte, para que le de clases de matemáticas; Descartes va y allí muere. A Descartes se le considera el primer filósofo de la Edad Moderna, y es el que sistematiza el método científico. Fue el primero en aplicar el Algebra a la Geometría, creando así la Geometría Analítica.


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Comienza un nuevo año, y aquí terminamos con la segunda parte del último trabajo inconcluso que nos quedó el año anterior, ya que por ser un poco largo debimos dividirlo en dos, con el único fin de hacer de él, una lectura amena y descansada; con la cual nos hemos deleitado muchos, conociendo casi palpable, una de las más bellas regiones del suroeste antioqueño. No en vano su autor recorre un paisaje campesino, lleno de los hermosos cuadros naturales, con sus dichos, sus costumbres, su idiosincrasia, su tradición cultural y los demás ingredientes literarios con los que puede contar una agradable y bella narración. Disfrutemos pues, la belleza de un paisaje.

Gerardo Ospina (acompañante)


PAISAJE.
(Marino Gaviria Vargas) Paciente.


CONTINUACIÓN.

He andado tanto que cerca estoy del pueblo. En efecto, enseguida de una pequeña colina, recostado a la montaña y dominando el valle, un pueblo se levanta airoso y es preciso apresurarse para llegar allí, al atardecer y de pronto, allí, pasar la noche, porque aunque parezca mentira: lejos, muy lejos estoy de mi cabaña. Sigo cruzando veredas y poco a poco se asoman los techos de las casas envejecidas por el tiempo, que me anuncian la cercanía a un pueblo pujante de belleza. En efecto; poco antes de llegar, en las goteras del pueblo hay una escuela, pero no es la principal; es apenas una escuela semi-rural o semi-urbana, en las afueras del pueblo. Está vacía; los alumnos igual que yo están en vacaciones, sin embargo me acerco a ella y por los grandes ventanales observo los pupitres vacíos en un aula silenciosa y muda. Miro los cuadros que lo adornan: al frente un gran tablero negro como antes se acostumbraba; a un lado de éste, el escritorio de la maestra, un escudo de la patria y la bandera, una fila de vocales y los diez números primeros, que uno aprende al iniciar los años de la escuela, seguidos también de las consonantes y al mirarlas, paréceme escuchar la muchedumbre, que después de repetir con su maestra el sonido de cada una de las letras y el nombre uno a uno de los números, salen alegres al descanso, para luego volver al salón, a continuar la clase y copiar en su cuaderno la tarea que se ha de realizar en casa.

Aquí evoco mi niñez ya ida; cuántos recuerdos se refrescan en éste lugar: mi primer día de clase, mi primera profesora, mis primeros compañeros de la escuela, mis primeras letricas que antes yo llamaba “garabatos”; la antesala del saber; las matemáticas, la geografía, la historia patria, el civismo, las artes industriales, el lenguaje y todo aquello que enseñóme un día, mi primera profesora de la escuela.

En otro muro del salón: la cartelera que mensualmente elabora la maestra, para enseñar en ella, los acontecimientos que se celebran cada mes del año: las fiestas cívicas o religiosas, la semana cultural de nuestra escuela; una lista también de los alumnos con la fecha de cumpleaños de cada uno. En un extremo del salón está el llamado rincón de la basura, donde hay un bote, una trapera, una escoba y un sacudidor, que son los implementos esenciales, junto al agua, para mantener en buen aseo el aula de clase; que ahora por la falta de habitantes, luce un poco descuidada, ya que el viento se empeña en arrojar el polvo del camino por las ventanas: los pupitres, el tablero y las baldosas están muy polvorientas y opacas porque el viento le ha entrado esa basura.

Afuera en el alero del corredor, en un extremo, mecida por el viento, tenuemente suena una campana solitaria y en su débil sonido parece llamar a los alumnos que hace algunos días ya no vienen, sin embargo deben de pasar muchos más días, para que la maestra la haga sonar de nuevo con dulzura y elegancia, con el sonido agudo con que llama a los estudiantes a su clase.

En el amplio patio de la escuela, en un adecuado pedestal, erguidas y desnudas las estatuas, esperan mudas que las aulas se llenen de nuevo y los alumnos llenen otra vez el patio para enarbolar orgullosos las banderas, para rendir por medio de éstas, un acto cívico a la patria. ¡Cómo recuerdo mi infancia!. Cuando nos filábamos en el patio para que el profesor de disciplina impartiera algunas normas e instrucciones formativas antes de mandar en fila india a cada grupo a su aula respectiva. Me he quedado embelesado reviviendo aquellos días de mis primeros años de estudio; pero es que estando aquí, es como si el tiempo se hubiera detenido y conmigo los recuerdos que me atan al pasado; un pasado lleno de anécdotas estudiantiles, de picardías que hacíamos en la escuela y luego en el colegio: al compañero, al profesor y a todo aquel que fuera a visitar aquel recinto educativo, no importando si era autoridad o no , o un padre de familia que llegaba a preguntar por la conducta y el rendimiento académico de su hijo o más aún, a un visitador educativo o a quien quiera que llagase a nuestro establecimiento.

Más adelante, después de dejar la escuela, me encuentro con las primeras casas del pueblo, que formadas en hileras en cada lado de la ancha calle empedrada, forman una larga avenida para recibir al visitante. Son casas grandes, de espectacular belleza; construidas de tapia o de bahareque, algunas, con un segundo piso hecho en madera, con un inmenso portón a la entrada y un estilo colonial muy elegante, que cuenta la historia de un pasado, de viejos pobladores o quizá de fundadores que hace más de dos siglos construyeron éste pueblo.

Las piedras de la calle, colocadas una a una, van formando hermosamente la calzada que invita a seguir, a conocer el pueblo, a adentrarse por sus calles y darle la vuelta entera; es por esa razón, que no me he cansado y sigo: el deseo de conocer, de disfrutar de aquél nuevo paisaje, tan maravilloso como el campo mismo; éste, ahora lleno de inmensos caserones, que sin duda alguna, han sido mudos testigos de viejos y magnos acontecimientos históricos o simplemente un cúmulo de mitos, de personajes tan comunes en un pueblo como éste: el barbero, el sastre, el sacristán, el bobo, o de un sepulturero que ha enterrado al cura anciano o al alcalde y aún, al personaje más ilustre de éste pueblo.

Adelante veo una casa inmensa que me llama muchísimo la atención: al frente tiene un corredor enchambranado, tanto en el primero como en el segundo piso. En las vigas y alfardas de ambos pisos cuelgan cantidad de plantas ornamentales, las que con sus flores perfuman el ambiente: orquídeas, clavellinas, novios y melenas, glocinias y geranios; en el piso de ambas plantas de la casa, grandes materos de barro cocido exhiben gladiolos y bifloras, azaleas y begonias y petunias y un sinnúmero de flores multicolores y de plantas aromáticas, que le dan a la casa el aspecto de una hacienda campesina. Más allá, otras casas menos llamativas, pero igual de bellas e interesantes; en cada esquina de las calles, una casa sobresale entre las otras de la cuadra. Por el centro de la amplia calzada, a manera de separador, se levantan gigantescas las palmeras, los sauces, los eucaliptos y los pinos que en fila india conducen al visitante hacia la plaza principal del pueblo y que con su aire de grandeza, son los únicos protectores del poblado.

El silencio se adueña del ambiente; por la solitaria calle, un anciano mendiga de puerta en puerta una limosna, de pronto, una que otra persona sale de su casa y vuelve y entra; unos pocos niños juegan con sus aros o sus bolas de cristal; los adultos acaban de llegar de sus labores y descansan, por lo cual están solas las calles.

¡Y el hospital!. En una manzana casi entera, un caserón antiguo pero hermoso, remodelado y adecuado para ello, no hace mucho que ocupa el lugar del hospital, parece solo, pero no; en su interior, cantidad de enfermos habitan sus aposentos y al penetrar en él, se da uno cuenta que está repleto: médicos, enfermeras, camilleros van y vienen y cantidad de visitantes que acompañan a sus enfermos. ¡Cuánta tristeza y dolor hay en éste sitio!. Pero también, cuánta gente al servicio de otros, tratando de calmar esas dolencias, para lo que tuvieron que estudiar mucho y aprenderse de memoria el nombre de todas las enfermedades y con qué medicamentos se combate cada una de ellas, para que el enfermo recupere su salud muy pronto y vuelva a sus quehaceres sin demora, aunque hay algunos que ya no podrán más levantarse, encontrando allí la salvación del alma y así, rígidos y yertos son llevados a dormir el sueño eterno, bajo los árboles que cubren con su sombra la paz del cementerio.

A un lado de la calle hay una entrada que conduce a una colina donde se levanta el edificio del colegio, como si dominara todo el valle en que me encuentro. Junto a él, está la estatua de un prócer de la patria, que le legó su nombre a éste liceo, que es un recinto inmenso, lleno de fe, de ciencia, de deporte y de trabajo, según reza su slogan, grande en toda la extensión de la palabra, como grande es todo lo que hay en éste pueblo. El lugar del colegio, más que un edificio, es una ciudadela: tiene canchas de fútbol y de tenis, una red de voleibol y tableros de básquetbol y al fondo un alto muro con una pequeña red encima, con trazos de colores amarillos, verdes, rojos y en el piso en cementado algunos trazos; que es una cancha de frontón, nos ha dicho el profesor de educación física, es un juego extraño pero ameno que él aprendió en una universidad del extranjero y ahora lo enseña aquí. Al fondo del predio, una piscina olímpica, a un lado de ella muy cerca está el lago de pesca, en donde dos envejecidos vote de remo, hacen las delicias del visitante y en el centro del lago hay una isleta a la que se pasa por un puente de madera, donde en un alto pedestal se encuentra la imagen santa del patrono del colegio. La ciudadela es tan grande, que amplios jardines embellecen el liceo por todo en derredor y hasta un pequeño zoológico se tiene allí, con animales propios de la zona: un oso hormiguero, un perro de monte y una boa, un gracioso mico maromero, un par de guacamayas parlanchinas y uno que otro pájaro silvestre. En el mismo jardín, un mapa construido hermosamente en alto relieve; el artista, un estudiante del colegio, plasmó allí el mapa de la patria, donde se muestran las cordilleras, las vertientes de los ríos y los llanos, las mesetas aisladas, los nevados y los picos más desconocidos, que si estudiamos un poco más de geografía, encontramos que no fue solo imaginación lo del artista, sino, que muy bien estudiado estuvo su trabajo y plasmó en él sin olvidar detalle alguno, todo el relieve y para demarcar los litorales, una fuente llena, lo que puede ser la representación de los dos mares; allí en ese mapa, el profesor de geografía, enseña a ubicar exactos, los puntos importantes de nuestro territorio nacional.

En el aula máxima, donde está la capilla y el teatro, el salón de reuniones y el casino; allí el visitante, puede apreciar uno a uno todos los mosaicos que cada año van dejando los bachilleres, como recuerdo perenne a su colegio; son ya varias docenas de promociones que han salido graduadas del colegio. Cada mosaico es una obra de arte, todos han puesto su granito de arena en ellas: el carpintero ha tallado con su afilado buril la rústica madera, el fotógrafo del pueblo trata de que las fotos queden muy iguales, uniformes, y el marquetero cortó el vidrio con esmero, para proteger con él las fotos del rector, del secretario, del profesor del curso y sus graduados y la frase que pronunciaron y escribieron agradeciendo su educación media a rector y a profesores con un “gracias” sincero a su colegio.

Voy a seguir mi recorrido. Allá lejos dejé el río y ahora en todo el pueblo he recorrido sus calles y callejones; he admirado sus balcones coloridos, sus casas coloniales: el asilo de ancianos, la escuela urbana de varones, la normal de señoritas, el comando de la policía y un silencioso convento de hermanas capuchinas, que enclaustradas laboran diariamente haciendo las hostias de la iglesia, tejiendo las ropas del altar, los ornamentos para el sacerdote y haciendo artesanías que venden en la calle, por medio de un torno de madera que gira incrustado en uno de los muros del convento; porque ellas no pueden salir; se han consagrado por entero a la clausura y el mundo bullicioso para ellas, es prohibido.

Estoy en la plaza principal del pueblo. En el centro del parque hay un monumento en homenaje a un caudillo de la patria, que mirando fijamente al horizonte, parece decir: yo soy el dueño absoluto de éste parque. En un costado de la plaza, una cantina, donde estruendosa suena una vitrola y en seguida hay una tienda de abarrotes donde merca el campesino, que domingo a domingo llega al pueblo. Sigue el teatro, allí donde las películas llegan ya viejas y gastadas, estrenadas tres o cuatro meses antes en los teatros de la capital; pero qué importa, el palco y la platea, tienen fijos sus clientes los fines de semana; después de la misa y del mercado, vienen mucho al cine los campesinos antes de regresar a sus parcelas. La casa campesina, la farmacia, una pensión, la heladería ocupan otro frente de la plaza. El hotel, el telégrafo, la oficina del notario y el dentista, todos están en el marco de la plaza. En otro costado, en una esquina: un edificio grande de dos plantas que hace las veces de alcaldía; allí están las oficinas del correo, el teléfono para larga distancia, la personería, la oficina donde se pagan los servicios públicos, la oficina principal del banco y por supuesto, el despacho del alcalde.

A un lado del despacho parroquial; el templo inmenso, imponente se levanta para darle el toque espiritual al pueblo; la torre central, es la más alta en donde el reloj es apreciado por la gente y en ella misma el campanario. Lo admiro todo, lo disfruto y pienso que todo el mundo debería apreciar y respetar todo lo que la naturaleza nos presenta en toda forma: animal, vegetal, mineral, artificial y humana.....

De pronto, el agudo sonar de las campanas de la iglesia, llaman a la misa vespertina.....ha caído la tarde y pienso que ya debo volver sobre mis pasos: el pueblo, el valle, la montaña, el río y el sendero, para llegar de nuevo a la cabaña.

FIN.





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Nuevamente los seguimos invitando a que compartan con nosotros y con nuestros lectores, sus escritos y demás creaciones literarias. De seguro que serán un gran incentivo, para una amena recreación de la mente. A través de las letras, tenemos la capacidad de transmitir, excelentes enseñanzas, experiencias o simples anécdotas, que de cualquier manera nos ayudan a disipar un poco las penas.
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